2.25.2009

Moleskine


Este texto apareció originalmente en mi columna Ojos Bien Abiertos de enero/2009, en Diario El Universo.

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Palabra rara. La descubrí en 2004 paseando por Barcelona. Una pequeña libreta de anotaciones, hojas blancas, cubierta de imitación cuero negro y una banda elástica que la cerraba. Más que un cuaderno, un accesorio listo para ser amado por todo hedonista minimalista que se respete. En otras palabras, lujo sin poses.
Supuesta amiga fiel de los bolsillos de Hemingway, Picasso y Van Gogh, las Moleskine resurgieron en 1998 y hasta el dia de hoy se han despachado más de cinco millones a manos desesperadas alrededor del mundo, ávidas por hacerse de una leyenda devenida en artístico mercadeo.

No hay duda que las libretas son perfectas. Mi paupérrimo presupuesto europeo no impidió que invierta diez escasos euros en un modelo de hojas gruesas, especial para ilustración. Junto a un marcador negro, cortesía del hotel Amister, empecé temblorosamente a llenar sus páginas de garabatos y observaciones mientras saltaba de tren en tren. La experiencia me convertiría en un borrego más.
Esa primeriza libreta fue, literalmente, pateada. Mas tarde llegó una segunda que pronto emigró a otras geografías y después una tercera, la cual sufrió de abandono involuntario. Ahora tengo una cuarta (del nuevo modelo Cahier, con cubierta tipo kraft y lomo cosido) con la cual espero tener una relación igual de íntima pero menos, digamos, tirante. Para finalizar, una última espera pacientemente sentada y empaquetada: tamaño grande, especial para acuarelas, obviamente cosida y muy muy negra.

A estas alturas, debo hacer una advertencia: con una Moleskine, todo lo que dibujas parece bonito y todo lo que escribes parece verdad. A cada página se corre el riesgo de verse envuelto en una vanidosa ensoñación que probablemente se disuelva de manera aparatosa al mostrarle a el/la amigo/a de turno nuestra obra de arte. Que no les importe. Mejor sigan el consejo del gran Lucas Marti: “Igual escribe, aunque nunca digas la verdad”.

Antes de despedirme, para toda esa gente esperanzada en probar cómo un pedazo de papel cambia el (o su) mundo, Moleskine ya está en Librimundi (C.C. San Marino). Adquiéranla y quiéranla. Escriban y describan. Ilustren, ilustres.
Toca aceptar que, como dicen por ahí, de pintores, poetas y locos...

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