2.07.2007
Can Can en vivo : la banda menos chimba del Ecuador lanza su primer mordisco del año
Así es como toca. Jueves 18 de enero, 23:00, afueras del bar El Pobre Diablo, Quito, Ecuador: cuadrándome durante las últimas 3 horas con un cocktail variado de Jagermeister, martinis de segunda, cuarto de botella de whisky Grants y plain-and-simple Pilsener (al clima, claro), estoy listo en hígado, mente y alma para disfrutar del primer concierto del año de los elecpoprockers quiteños Can Can. La nariz contra el vidrio helado y dentro del antro se vislumbra ambiente de lujo. Me informan que el lugar se encuentra a full desde hace más de una hora y no hay chance para el personal que nos encontramos en exteriores. La arenga de la gente: cruza la botella y dale duro al rezo.
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Una suerte de leyendas urbanas locales, o más bien unos líderes de secta poco peligrosos y nada religiosos, los Can Can arrancaron allá por los remotos años 2002 con un cd-r distribuido a dedo y dizque vendido durante sus primeras tocadas en bares recontra alternativos y casas deshabitadas convertidas en factories de una sola noche.
La movida quiteña se dedicó a acogerlos mientras un puñado de seguidores, que de a poco se convertirían en legión, se encargaban de transmitir la música y de paso hacerle al boca a boca.
El 2004 marcó la salida de “Malditos Villanos Pixelados”, álbum insignia de la banda y el primero para muchos. Su ensalada de sonidos, sampleos y texturas -desde el locutor Roberto Bonafont hasta Julio Jaramillo- desorientó a los más comportados y cautivó a los mal comportados, levantando destacables reseñas en medios internacionales (ej.: Rolling Stone).
Desde el vapuleado trip-hop hasta la sobrecarga electrónica del drum & bass, pasando por el más tradicional rock y despachándose a la vena medidas dosis de cultura populachera ecuatoriana, el mix de sonidos caninos ha levantado adeptos en varios rincones del país, presentándose con cada vez mayor repercusión, abriendo a las pocas bandas que llegan y valen la pena y, en general, “dándole durofff, bro”. Ultimamente, la historia de Can Can incluye un autoexilio Niu Yorkino en 2005, dos nuevos integrantes y canciones próximas a lanzarse en un disco ridículamente limitado a 200 copias (de colección, dicen).
El estreno en vivo de esas tonadas va a darse esta misma noche en El Pobre Diablo, en donde la chamuchina, ya con cabeza caliente, se agolpa frente a la puerta entre cabreada y excitada al instante en que arrancan los primeros acordes del jitazo “Ay mi vida”.
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Luego de enfrentar al jefe del lugar (un papá noel con alma de bouncer) se consideró el ingreso de unos pocos afortunados. Ya acomodado, me hago del respectivo y a partir de ese momento, dos sets de 45 minutos en donde todas y cada una de las almas presentes movimos la cola con la soprendente música de una banda que está lista, desde hace rato ya, para cosas grandes.
La voz suave de Denisse Santos, en vidas pasadas temblorosa y agitada, ahora alza vuelo enfrentando deliciosamente los acordes poderosos de las guitarras de Daniel Pasquel. Jugando con la imagen de niña rebelde que cambió estridencias por melodias, la vocalista de Can Can se agranda en la tarima y sorprende con una soltura y actitud cautivadoras.
De los nuevos integrantes en estreno, Toño Cepeda (bajo) y Andrés Caicedo (batería), el mejor de los conceptos: músicos de amplia trayectoria que traen consigo matices diversos y dimensionan el sonido de una banda ahora mucho más coherente y compacta.
At last but not at least, Daniel Pasquel es el disco duro de Can Can. Generador de ambientes como ningún otro músico en el territorio, alternó incansablemente entre guitarras, laptops y máquinas, roqueando y sampleando con precisión cronometrada.
El show funcionó a varios niveles: repaso de grandes éxitos (“Vestir Rosado”, “Megabass”) muestreo de canciones nuevas (“Hotel”, “Navegas despierta”) y gracias visuales (desde las animaciones caninas del vj NacoBoy hasta el tocado de rollos fotográficos en la cabeza de Denisse).
El final se coronó con “Atari”, probablemente la mejor canción del “Malditos…” y una oda a los videojuegos y la vida mundana, empapadada de cuestionamiento personal y social.
Es casi la una de la mañana del día siguiente y la gente se devuelve lentamente a las frías calles de Quito. La procesión que incluye aún varias paradas debe continuar y asegura un caldo de cultivo para que los cientos de asistentes al concierto, armados de sensaciones y aguardientes, desbaraten y agraden a intervalos la leyenda de “La increíble sociedad del Can”. Me inclino por dirigirme hacia zonas menos congestionadas, prefiriendo organizar las ideas hasta que me decida a mover las manos y escribir este artículo. Hace un buen tiempo que la fiesta terminó en mi cabeza, y espero que, al menos hoy, quede así.
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buen concierto! aunque yo, y todos los de mi mesa, estuvimos casi asfixiados por un gil que se prendio un habano... COHIBA, y paradojicamente alentaba a la gente a que mate comunistassss.. que tal no?
ResponderBorrarque cosas..
(por cierto fue en enero.. yo me acuerdo ja ja ja...)
desde el pupo del mundo
te mando un abrazo grande
La asfixia fue generalizada mi querida gabirú. Eso habla, sin embargo, de la gran acogida que tuvo la banda! :)
ResponderBorrarTenías razón con la fecha, suelo adelantarme al futuro pero en este caso no aplica, jeje...errar es de humanos, diga. un abrazo, J
Buen concierto, buena reseña y buen blog broder... ahorita te linkeo pa pasar más seguido por acá.
ResponderBorrarBuen grupo... buen blog... bien interesante el blog pa qué. Visite a nicovega, el blog randómico, según naco.
ResponderBorrarAve + Naco: gracias, TOTALES!!!
ResponderBorrarBuen blog, Can Can es uno de mis favoritos, Denisse es una de las mejores voces femeninas del Ecuador, y los musicos son de trayectoria...eso de que "en UIO ya no existe nadie" es mentira, alla estan los mejores artistas...
ResponderBorrarSaludos