3.08.2009

Revolutionary Reed


Hace roncha Revolutionary Road. No necesariamente por su recepción en la taquilla (la cual ha sido mas bien tibia), sino porque pica.
Otro hit social de esos a los que nos tiene desacostumbrados Sam Mendes, esta cinta, basada en la novela de Richard Yates de 1951 sobre la agridulce vida de April y Frank Wheeler derrumba de manera pasiva pero imparable el matrimonio, sagrada institución de la disfunción y esencial peldaño para alcanzar el american dream.

Tampoco es que el menage-a-trois ambiciones/relaciones/decepciones sea territorio virgen: si previo a Yates estuvo F. Scott Fitzgerald (Tender is the night, 1934), después la posta saltó a manos de Lou Reed, otro empeñoso de las parejas anormales y las vidas marginales. Para muestra basta escucharlo (en su canción/confesión del 2000, Modern Dance) repetir mantras del tipo: Is not a life being a wife o It's all downhill after the first kiss.
Estas líneas, que bien podrían funcionar como slogans promocionales de Revolutionary Road, forman parte de una agresiva obra llamada Ecstasy, aclamado álbum en donde Reed reflexiona feedback en mano sobre su propia vida en pareja. El material debe ser abundante para este oscuro transgresor, relacionado durante su época de Velvet Underground con la etérea Nico y posteriormente con un transexual llamado Rachel, inspiración para su meloso álbum solista de 1976, Coney Island Baby.

Cine, literatura, música. Como una línea de tiempo serpenteando las artes americanas durante casi 70 años, este breve paralelismo Fitzgerald/Yates/Reed dispara luces sobre el ascenso y caída de una sociedad engreída y ansiosa.
Poco asombra darnos cuenta que el engaño de los Wheeler empieza con el título de su propia novela; esta no es revolución a la par de la victoria, alzándose finalmente por sobre lo establecido, sino una carretera infame que los devuelve una y otra vez al mismo lugar: un Estados Unidos que, al igual que la novela de Yates, escupe ironía desde su mismísimo nombre.
Estados Separados sería mas moderno.

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