11.17.2006

Entre manu y un chao: el nuevo álbum de Robbie Williams



Robbie Williams
Rudebox
(2006, EMI/Chrisalis)



Hay una dicotomía entre Rudebox (el video y primer sencillo) y Rudebox (el disco completo): mientras las imágenes muestran a un Robbie desprendido y apartado de los bailarines, como si dijera “Hey! aquí estoy pero esto no me pertenece más”, Rudebox, el álbum, es probablemente su colección de canciones más personal hasta la fecha. Y la más extraña también.

Olvídate de la mantequilla discotequera que embarra la música de principio a fin. Olvídate del cover cantado por Pet Shop Boys de una canción dedicada a Pet Shop Boys. Olvídate del bizarro tributo electrocountry a Bowie. Olvídate de la guardadita admiración hacia Madonna. No hay nada más sorprendente, definitivo y definitorio (o simplemente raro) que escuchar a Robbie usurpando durante cuatro minutos y medio el puesto del ícono de todo hippie posmoderno que se respete: Manu Chao. ¿Y sabes qué? al bastardo le funciona.

La versión de Bongo Bong, original del Putas Fever de Mano Negra y posteriormente aparecida y popularizada en versión diluida en Clandestino, es uno más de los eclécticos aportes hechos a un álbum que la mayoría de clientes de Williams no tiene ni idea de por donde va. Por suerte para otros (mano alzada aquí), Rudebox es el bastante disfrutable esfuerzo de uno de los originales boy-band boys, últimamente venido a más cada vez más.

En Good Doctor (gran copia de cualquier canción de The Streets por la que Mike Skinner debería estar orgulloso) Robbie rapea como cuando se está duchando. Más tarde, le hace el favor a su escritor de planta y cuasi heroe ochentero Peter Duffy, versionando su cuasi éxito ochentero Kiss me. Finalizando, las décadas más relevantes en la vida de Robbie Williams se resumen en dos canciones que suenan a descartes de Intensive Care, The 80s y The 90s.

Amalo u ódialo, lo importante es que Rudebox es un disco de quiebre. Puede que aquí la idea de Robbie Williams sea gritar un “váyanse a la mierda” del tamaño de Inglaterra a críticos, disqueras y hasta a fanáticos. O puede ser simplemente el despegue de un artista hacia destinos más personales, difíciles de alcanzar, pero confortables al final. Por supuesto, aún está pendiente definir si Robbie Williams es un artista o un mero entertainer. Como opción salomónica, lo defino como un artista del entretenimiento. Será el tiempo (y esfuerzos libres de compromisos y bajadas de pantalones en el escenario) quienes confirmen lo que todos creemos saber. O no.

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