12.08.2006
Cup of Tea Records, o una historia breve sobre la breve historia de una disquera de trip hop
Cup of tea records es (o fue) un sello nacido durante la época dorada de Bristol, Inglaterra a mediados de 1990. Era la temporada alta para bandas como Massive Attack, Portishead y actos confrontacionales y tenebrosos como Tricky y, bueno, Tricky.
De esa oscura bola de nieve llena de beats de hip hop, voces de mujeres destruidas y sampleados de Ennio Morricone que empezaba a rodar a lo largo y ancho del mundo pre-internet (osea, a través de disquerías independientes, clubs, djs y freaks dedicados al intercambio interoceánico de cassettes, cds y vinilos) surgieron los típicos actos “coleros” (osea, pegados a la cola que arrastran los famosos): Lamb, Morcheeba, Lemon Jelly y basuras diversas que subieron al vuelo en el tren de la triphopbalización, finalmente descarrilado por motivos de fuerzas mayores – léase la explotación indiscriminada de su sonido dentro del ámbito comercial y el triste y trágico pero típico epílogo de otro movimiento innovador absurbido (no absorbido) por la máquina mediática y escupido cuando las ventas de la nueva compilación de chill out no alcanzó las metas del mes. El año, 1999.
Con suerte para los ingleses (acá tocaba arreglarse con los clones antes mencionados) en 1995 un tipo llamado Pip Diaz empieza a grabar y editar a personal rodando desde hace algún rato ya en los círculos electrónicos under de Bristol y funda Cup of tea. Desde su arranque, el sello se distinguió por un catálogo de bandas y djs que abarcaban un amplio espectro musical. El gran ejemplo es Monk & Canatella, una mezcla basura de sampleos de películas de terror, beats de hip hop amateur y voces cavernosas cortesía de Simon Russell y Jim Johnston. Con puestas en escena al mismo tiempo deprimientes y delirantes que dejarían en verguenza al loser de américa cuyo nombre empieza con B, Monk & Canatella fueron probablemente la banda que alcanzó mayor notoriedad del roster de CoT, en parte gracias al impulso nada despreciable de sus padrinos Portishead quienes titularon a una de sus composiciones A tribute to Monk & Canatella (aparecida en el ep Sour Times, de 1994).
Si Monk & Canatella fueron el prêt a porter, Purple penguin fue la alta costura de Cup of tea. El show de una sola persona (Ben Dubuission), su electrónica elegante llena de beats sedosos y acercamientos al jazz generó dos discos infaltables en esa discografía oficial del trip-hop que nunca escucharás: De-tuned (1997) y Question (1998).
Junto a ellos, actos altamente recomendables, bien lejos aún de perder contemporaneidad (osea que suenan a 2006) se cuentan por montones entre los artistas de CoT:
Receiver, Spaceways, Fruit loop, Mr. scruff, The egg, Grantby, Statik sound system y Crustation, entre otros que valen la pena buscar en Soulseek o invertir en Ebay.
El clímax del movimiento Trip-hop fue el clímax de Cup of tea. Para 1999, el catálogo constaba de 64 sencillos, 21 albumes, 3 compilaciones y 1 mix set, Turbo beats, con los tornamesas abusados por las manos de Scott Hendy (50% de ese genial duo encargado de llevar la mezcla de beats y sampleos al nuevo siglo sin bajar la guardia llamado Dynamo productions). Adicionalmente, un sub-sello de CoT, Milk recordings, editaba bandas y MCs con una orientación más hiphopera. La joya Silver Top Collection, compilación que reunía a los artistas de Milk, vale más que cualquier cosa editada en materia de hiphop independiente (si es que tal cosa existe) de los últimos años.
Como todas las cosas buenas, Cup of Tea nos brindó mucho y duró poco. Se desvaneció durante la debacle del trip-hop a finales de los 90s, dejando como único rastro el genial legado de sus (mayormente) desconocidos artistas. En 2005, el sello resucitó para editar a Cake Boy, un Dj con marcada orientación hacia lo visual quién, a pesar de haber obtenido cierto éxito en Inglaterra y zonas aledañas, no pasó a mayores.
Hasta el día de hoy no hay nada nuevo bajo la neblina de Cup of tea y, con el golpeado negocio del disco, las probabilidades de que se mantenga en ese estado de invernación son bastante altas.
Para quienes nos enamoramos de ese sonido turbio, gris y de lamentos casi bailables que nos inauguraron en la idea de convertirnos en Djs de dormitorio, Cup of tea murió hace mucho tiempo ya dentro del mundo comercial. Preferimos recordarlo así, redescubriéndolo en cada oportunidad que tenemos de salirnos de la máquina electro/hiphop/indie que nos come el coco a punta de bandas que no existen y blogs que las ensalzan.
Cup of Tea fue el verdadero sonido de lo nuevo. Fue nadar en contra de la corriente al mismo tiempo que aprovechaba de ella. Fue lo que ya casi nadie es dentro de una fábrica de ritmos pasteurizados y homogenizados, vendedores como nadie de una palabrería llena de individualismo y quemeimportismo que en realidad da la nalga por vender un disco más.
Cup of tea no le importa un carajo a nadie. Y así mismo tiene que ser.
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